
¿Es la masonería una secta? Mitos, historia y razones para decir que no
¿Es la masonería una secta?
«Mitos, historia y razones para decir que no»
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¿Es la masonería una secta?
La pregunta se arrastra desde hace siglos, alimentada por la desinformación, el sensacionalismo y la falta de contacto directo con la realidad masónica. En tiempos recientes, ha sido reforzada por teorías conspirativas que circulan con facilidad en redes sociales y ciertos medios de comunicación alternativos. El problema no es solo la ignorancia: es también la desconfianza hacia lo que se presenta como diferente, simbólico o reservado. La masonería, con su lenguaje ritual y sus símbolos antiguos, puede parecer extraña a primera vista. Pero esa extrañeza no justifica su estigmatización. Como bien indica la historiadora francesa Cécile Révauger, autora de La franc-maçonnerie (PUF, 2016), «la masonería se ha convertido en un chivo expiatorio recurrente de todo lo que se percibe como amenaza para el orden establecido, precisamente porque promueve una visión plural del mundo».
¿Qué es una secta?
Antes de emitir un juicio, conviene definir bien los términos. Según el informe oficial de la MIVILUDES (la misión interministerial francesa de vigilancia sobre sectas), los criterios para identificar una secta destructiva incluyen: privación de libertad individual, ruptura con el entorno social o familiar, exigencia de sumisión incondicional a un líder, manipulación emocional, dependencia psicológica y aprovechamiento económico o sexual de los adeptos. Nada de esto se aplica a la masonería. Sus miembros conservan su autonomía personal, no se separan de sus familias ni se les impide abandonar la logia. No existe una figura central con poder absoluto ni se exige obediencia ciega. La masonería funciona más bien como una escuela simbólica, donde cada miembro es libre de interpretar los símbolos y progresar a su propio ritmo.
Libertad, igualdad y fraternidad: el núcleo masónico
Si hay una idea que atraviesa la historia de la masonería desde el siglo XVIII es esta: la libertad de conciencia. A diferencia de los grupos sectarios, que imponen verdades cerradas y exigen sumisión, la masonería se construye sobre el derecho del ser humano a pensar por sí mismo. Los valores que estructuran el pensamiento masónico –libertad, igualdad, fraternidad– no son eslóganes vacíos, sino principios de trabajo interior y colectivo. Las logias son espacios donde se debate sin imposiciones, donde cada voz cuenta, y donde nadie está obligado a aceptar una fe, una ideología o una doctrina. Al contrario: se promueve el diálogo entre diferencias. Esto es incompatible con cualquier definición seria de secta. En palabras del historiador Pierre-Yves Beaurepaire, «la logia masónica es antes que nada un microcosmos de tolerancia donde el debate filosófico sustituye al dogma» (La République des francs-maçons, Seuil, 1993).

”La logia masónica es antes que nada un microcosmos de tolerancia donde el debate filosófico sustituye al dogma.”
Historia contra prejuicio
Si la masonería fuera una secta, habría que explicar por qué ha sido sistemáticamente perseguida por dictaduras, totalitarismos y fundamentalismos religiosos. Desde la Inquisición hasta el franquismo, pasando por el nazismo y el integrismo islámico, los regímenes autoritarios han visto en la masonería una amenaza. ¿La razón? Su defensa del pensamiento libre y la organización horizontal entre ciudadanos. Durante el siglo XIX, los masones participaron activamente en movimientos por la abolición de la esclavitud, la educación pública, la libertad de prensa y la separación entre Iglesia y Estado. En España, figuras como Francisco Ferrer Guardia o Manuel Ruiz Zorrilla fueron masones comprometidos con la transformación social. Acusar a la masonería de sectaria es olvidar que ha estado en la vanguardia de muchas de las libertades que hoy consideramos derechos fundamentales.


El secreto masónico ha sido exagerado por sus detractores; no se trata de ocultamiento, sino de una pedagogía simbólica que requiere vivencia, no mera descripción.
¿Y el secreto?
Uno de los elementos más utilizados para sostener el mito de que la masonería es una secta es su carácter discreto. Se dice que si no lo cuentan todo, es porque algo ocultan. Pero este argumento es falaz. Muchas organizaciones, desde partidos políticos hasta órdenes religiosas, mantienen reserva sobre sus deliberaciones internas sin que eso implique prácticas oscuras o sectarias. En masonería, la discreción no oculta dogmas ni adoctrinamiento. Protege el valor simbólico del rito, el clima de confianza de los talleres, y la privacidad de sus miembros. Las ceremonias, lejos de manipular, invitan a la introspección y al desarrollo personal. Como explica el profesor José Antonio Ferrer Benimeli, uno de los mayores expertos en historia de la masonería española, «el secreto masónico ha sido exagerado por sus detractores; no se trata de ocultamiento, sino de una pedagogía simbólica que requiere vivencia, no mera descripción» (El mito masónico, Ediciones Universidad de Zaragoza, 1996).
¿Qué dicen los expertos?
Numerosos informes académicos, jurídicos y gubernamentales han descartado la idea de que la masonería sea una secta. En España, el Informe sobre sectas elaborado por el Ministerio del Interior (2005) no incluye a la masonería entre las organizaciones de riesgo. En cambio, enumera grupos que promueven la dependencia psicológica, el aislamiento social y la explotación económica, características inexistentes en la práctica masónica. La Asociación Española de Estudios Masónicos (AEEEM) también ha publicado trabajos que analizan el fenómeno desde una perspectiva sociológica y legal, dejando claro que la masonería funciona como una asociación lícita, transparente y sometida al derecho común. Además, la jurisprudencia europea ha confirmado reiteradamente que la pertenencia a una logia masónica no puede considerarse causa de exclusión ni discriminación. En 2007, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó al Estado italiano por sancionar a funcionarios públicos por su vinculación masónica, recordando que esta pertenencia está protegida por el derecho de asociación.
¿Entonces, por qué persiste el mito?
La persistencia del mito tiene causas profundas. Por un lado, el uso político de la masonería como enemigo imaginario ha sido eficaz en épocas de crisis o polarización. Por otro, la estética ritual y simbólica, unida a la discreción, alimenta la curiosidad morbosa y las teorías conspirativas. En el libro La masonería y sus enemigos (Ediciones del Oriente, 2003), el historiador Álvaro Delgado Gómez demuestra cómo la Iglesia católica y regímenes autoritarios han difundido activamente esa visión deformada para justificar persecuciones o consolidar poder. A ello se suma un fenómeno contemporáneo: el algoritmo. En Internet, los contenidos sensacionalistas tienen más impacto que los explicativos. Y la masonería, con su halo de misterio, se convierte en blanco perfecto para quienes buscan clicks fáciles. En resumen: el mito persiste no porque sea cierto, sino porque es útil para quienes temen la libertad ajena.

Una escuela de libertad
La masonería no encierra. No adoctrina. No obliga. Abre, propone, sugiere. Es, en esencia, una escuela de libertad interior, donde cada persona se enfrenta a sí misma a través del símbolo, el rito, la palabra compartida y el silencio meditado. Es también una comunidad de iguales, donde no importa tu origen, tu fe o tu género, sino tu voluntad de mejorar y contribuir al bien común. No hay salvadores ni iluminados, sino buscadores. No hay dogma, sino símbolo. No hay sometimiento, sino compromiso. La masonería propone una ética sin castigo, una espiritualidad sin dogmas, una hermandad sin sumisión. Y en ese gesto de encuentro libre entre iguales, radica su fuerza más profunda. La respuesta, por tanto, es clara: la masonería no es una secta, sino una vía simbólica de emancipación personal y colectiva.
Bibliografía
- Ferrer Benimeli, J. A. (2019). La masonería (4ª ed.). Madrid: Alianza Editorial. ISBN 9788491817468.
- Papeles del Psicólogo, 2000. Vol. (76). INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LAS SECTAS
José Luis González Álvarez, José Ibáñez Peinado y Ana María Muñoz Rodríguez- Tribunal Europeo de Derechos Humanos. (2007). Grande Oriente d’Italia vs. Italia (Sentencia de 31 de enero).
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