Ortega y Gasset
«El pensador masónico no masón»
Aportado por Redacción

Ortega, un aliado filosófico de la masonería liberal
José Ortega y Gasset no fue masón. No llevó nunca el mandil ni participó de ritual alguno. Sin embargo, su obra filosófica, su visión del mundo y su defensa inquebrantable de la razón crítica, la educación como herramienta de emancipación y la libertad de pensamiento lo convierten, sin lugar a dudas, en uno de los grandes aliados intelectuales de la masonería del siglo XX. A veces, la afiliación a una orden no se mide en documentos, sino en ideas compartidas, en batallas comunes, en principios que se defienden con la palabra y con la vida.
En un tiempo marcado por el autoritarismo, el fanatismo y la manipulación ideológica, Ortega fue un defensor radical —en el mejor sentido del término— de la civilización europea basada en la ilustración, el diálogo y la cultura. Su rechazo a los dogmas impuestos, su escepticismo ante toda forma de colectivismo ciego, su constante apelación al “yo” como protagonista de la vida histórica, conectan con los valores que la masonería ha reivindicado desde su origen: libertad, igualdad y fraternidad, pero también autoconstrucción, búsqueda simbólica y perfeccionamiento ético.
El interés de Ortega por la masonería no fue ni superficial ni ocasional. Desde su juventud hasta su madurez, dedicó palabras de respeto y crítica a esta institución, a la que consideraba una fuerza viva de la historia europea, con una influencia determinante en el pensamiento moderno. No ocultó sus reparos ante ciertos aspectos de su funcionamiento, pero eso no impidió que reconociera su importancia como escuela de ciudadanía, como espacio de resistencia ilustrada frente a los absolutismos, y como modelo de sociabilidad crítica en una época cada vez más fragmentada.
Leer a Ortega y Gasset desde una óptica masónica no implica forzar su pensamiento, sino permitir que su obra dialogue con el espíritu que anima a la masonería liberal, mixta y adogmática: el respeto por el otro, la exigencia de claridad, la valentía de ir contra la masa cuando la masa deja de pensar. En ese cruce simbólico entre el ágora filosófica y el templo interior de la iniciación, la figura de Ortega se yergue como un testigo privilegiado: no uno más entre los iniciados, pero sí uno de los que mejor comprendió, desde fuera, lo que la masonería puede ofrecer al alma moderna.
Un pensador europeo en tiempos de crisis
Ortega nació en una familia liberal de tradición intelectual. Estudió Filosofía en Madrid y Alemania, donde asimiló el ideal neokantiano y el rigor del pensamiento germánico. A su regreso, fundó varias revistas y proyectos editoriales —como Revista de Occidente— que introdujeron en España las principales corrientes filosóficas del siglo XX.
Desde su cátedra de Metafísica en la Universidad Central de Madrid, defendió con vehemencia la libertad de pensamiento y la necesidad de una élite intelectual comprometida con la transformación cultural y social del país. Su famosa teoría de las generaciones y su concepto de «la rebelión de las masas» no implicaban elitismo, sino una advertencia sobre los riesgos de una democracia sin educación ni responsabilidad.
Con la proclamación de la Segunda República, Ortega participó brevemente en política, siendo elegido diputado en las Cortes Constituyentes. Pero pronto abandonó el cargo decepcionado por el rumbo de los acontecimientos. Al estallar la Guerra Civil en 1936, se encontraba en Argentina dando conferencias. Luego pasó por París, Lisboa y, finalmente, regresó a Madrid en 1945, donde vivió sus últimos años bajo el régimen franquista, en una posición ambigua: tolerado, pero vigilado.

Un pensador europeo en tiempos de crisis
Ortega nació en una familia liberal de tradición intelectual. Estudió Filosofía en Madrid y Alemania, donde asimiló el ideal neokantiano y el rigor del pensamiento germánico. A su regreso, fundó varias revistas y proyectos editoriales —como Revista de Occidente— que introdujeron en España las principales corrientes filosóficas del siglo XX.
Desde su cátedra de Metafísica en la Universidad Central de Madrid, defendió con vehemencia la libertad de pensamiento y la necesidad de una élite intelectual comprometida con la transformación cultural y social del país. Su famosa teoría de las generaciones y su concepto de «la rebelión de las masas» no implicaban elitismo, sino una advertencia sobre los riesgos de una democracia sin educación ni responsabilidad.
Con la proclamación de la Segunda República, Ortega participó brevemente en política, siendo elegido diputado en las Cortes Constituyentes. Pero pronto abandonó el cargo decepcionado por el rumbo de los acontecimientos. Al estallar la Guerra Civil en 1936, se encontraba en Argentina dando conferencias. Luego pasó por París, Lisboa y, finalmente, regresó a Madrid en 1945, donde vivió sus últimos años bajo el régimen franquista, en una posición ambigua: tolerado, pero vigilado.

¿Fue Ortega un masón?
No. Y esta precisión es importante. José Ortega y Gasset no fue masón. Tal como ha documentado el historiador José Antonio Ferrer Benimeli —referencia imprescindible en el estudio de la masonería española— en su Historia general de la Masonería en España (Vol. III), no existe evidencia documental ni testimonial que indique su iniciación o pertenencia a una logia.
Sin embargo, Ferrer Benimeli señala con claridad que Ortega valoró públicamente el papel de la masonería en la historia cultural de Europa. En palabras del historiador:
“Desde su cátedra de metafísica, defendió el derecho a la libertad de asociación y la necesidad de una sociedad civil fuerte y plural, en la que los ciudadanos pudieran asociarse libremente para la defensa de sus intereses y derechos. En este sentido, la masonería aparecía para él como una institución que encarnaba los valores de la tolerancia y el espíritu crítico, y que por ello había contribuido decisivamente a la formación de una opinión pública libre e informada.”
La masonería en su pensamiento
En su ensayo Ideas y creencias (1940), Ortega definía la masonería como una:
“institución grave y poderosa”
y le reconocía una influencia decisiva en la historia del pensamiento europeo, particularmente en el ciclo ilustrado que dio forma al mundo moderno. No obstante, también advertía contra el peligro de que la masonería se convirtiera en una “religión laica”, excesivamente cerrada, y se alejara del ideal de una opinión pública libre, crítica y transparente.
Sus reservas no eran contra los valores masónicos, sino contra ciertas derivas organizativas o rituales que, desde su punto de vista filosófico, podían hacer peligrar el espíritu ilustrado. Esta actitud crítica y al mismo tiempo respetuosa es la que convierte a Ortega en un interlocutor privilegiado para la masonería, incluso sin haber pertenecido a ella.
En obras anteriores, como Meditaciones del Quijote (1914), Ortega ya había anticipado muchas de las preocupaciones que más tarde compartiría con la tradición masónica: la libertad de pensamiento, la superación del dogma y la necesidad de una formación interior que no se limitara a la instrucción técnica, sino que construyera individuos capaces de «romper el molde» en el que fueron formados.
Relaciones e influencias
Más allá de lo doctrinal, Ortega mantuvo relación con numerosos masones activos en su época, especialmente durante la Segunda República, cuando muchas logias estaban estrechamente vinculadas al mundo intelectual y reformista. Su proximidad al círculo republicano, liberal y laico lo situó en un entorno permeado por ideas afines a la masonería.
En algunos momentos de su vida, especialmente durante el exilio, Ortega colaboró y dialogó con intelectuales masones o vinculados al ideario masónico, tanto en Argentina como en Francia. No se trató de una estrategia política, sino de una coincidencia de horizontes filosóficos: el deseo de construir una sociedad más libre, culta y tolerante.
Un faro desde el umbral: Ortega y la masonería como destino compartido
Ortega y Gasset no fue masón, pero supo pensar con profundidad aquello que la masonería busca construir en silencio: un ser humano libre, responsable, educado en el arte del diálogo y dispuesto a hacerse cargo de su tiempo. Su vida, entre libros y exilios, entre conferencias y soledades, fue una larga meditación sobre el destino de Europa y sobre el papel que el pensamiento libre debía jugar en la reconstrucción de una sociedad fragmentada por el miedo, la ignorancia y la obediencia ciega.
En su concepto de “vida como realidad radical”, en su defensa del “yo” como proyecto que se construye en el tiempo, hay ecos de iniciación, aunque no haya símbolos ni templos. Porque al fin y al cabo, el verdadero trabajo masónico no se limita a los ritos: se despliega en cada gesto de lucidez, en cada palabra que combate el dogma, en cada vida consagrada a elevar el nivel moral y espiritual del mundo en que vivimos.
En tiempos donde la libertad parece de nuevo amenazada por discursos autoritarios, fundamentalismos religiosos o la banalización del pensamiento, releer a Ortega no es un acto académico: es una forma de resistencia. Y para la masonería, que nunca ha buscado adoctrinar, sino despertar, Ortega representa una brújula ética: no por lo que dijo de ella, sino por lo que compartió con ella en su incansable combate por el espíritu.
No todo pensamiento lúcido necesita pasar por el templo para convertirse en luz. No toda sabiduría requiere ser iniciada para iluminar el camino. Hay almas, como la de Ortega, que habitan el umbral: no entran, pero sostienen la puerta abierta. Y ese gesto —invisible, pero inmenso— es una de las formas más altas de fraternidad que pueden darse entre el filósofo y el iniciado. Por eso, la masonería, sin reclamarlo como propio, lo reconoce como hermano en la búsqueda, como maestro en el arte de pensar sin dogmas, como compañero en la tarea infinita de construir un mundo más digno, más libre, más humano.

Bibliografía
- Caro Baroja, J. (2006). El laberinto del liberalismo. RBA.
- Ferrer Benimeli, J. A. (1980). La masonería española en el siglo XX. Editora Nacional.
- Ferrer Benimeli, J. A. (1983). Historia general de la masonería en España. Volumen III: La masonería en la Segunda República, la guerra civil y el franquismo (1931–1975). Fundación Universitaria Española.
- Marías, J. (1983). José Ortega y Gasset. Alianza Editorial.
- Martínez de Pisón, I. (2005). Enterrar a los muertos. Seix Barral.
- Ortega y Gasset, J. (1914). Meditaciones del Quijote. Renacimiento.
- Ortega y Gasset, J. (1930). La rebelión de las masas. Espasa-Calpe.
- Ortega y Gasset, J. (1940). Ideas y creencias. Revista de Occidente.
Recursos electrónicos:
Fundación Ortega-Marañón. (s. f.). Archivo y biblioteca. https://www.ortegaygasset.edu
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