ESCUELA POPULAR DE SABIDURÍA
«150 años de Juan de Mairena»
Aportado por Redacción
Antonio Machado y la masonería
Este año se cumplen 150 años del nacimiento de un espíritu noble y libre, antidogmático y socialmente comprometido. Filósofo y poeta, pero sobre todo ser humano: Antonio Machado.
A lo largo de su obra puede vislumbrarse la profundidad de su pensamiento y su vocación humanista.
Hijo de masón, nieto de masón, Antonio Machado se inició en 1930 en la Logia Mantua de Madrid. Aunque no se conservan documentos masónicos de su iniciación tenemos constancia de su pertenencia a la institución por un artículo publicado por Emilio González López con el título “Antonio Machado y la Masonería” en «El Sol de la Fraternidad», una revista masónica de lengua castellana editada en Nueva York, el 26 de octubre de 1957. González López pertenecía a Logia Mantua de la Gran Logia Española desde 1925, y allí fue donde se conocieron.
Pero, aunque no se hubiera iniciado, Antonio Machado sería un gran masón, lo que nosotros llamamos “un masón sin mandil”. De esto me di cuenta clara leyendo su Juan de Mairena, publicado en el verano del mismo año en que comenzaba la guerra civil, y que llevaba el subtítulo de Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo.
Incluyo a continuación, como homenaje en memoria del Querido Hermano Antonio, algunos párrafos este Maestro de amplia mirada y enorme corazón, que no duda en poner en duda creencias, costumbres, convicciones y actos, suyos y ajenos, y que nos obliga dulcemente a observar y observarnos con serenidad humor.
El maestro filántropo
Juan de Mairena es un profesor oficial de gimnasia y oficioso de retórica: Sabido es que Juan de Mairena era, oficialmente, profesor de gimnasia, y que sus clases de Retórica, gratuitas y voluntarias, se daban al margen del programa oficial del Instituto en que prestaba sus servicios.
Sus palabras rebosan respeto, cultura, curiosidad, perspicacia, sentido del humor e incluso ternura.
Mairena era, como examinador, extremadamente benévolo. Suspendía a muy pocos alumnos, y siempre tras exámenes brevísimos. Por ejemplo:
-¿Sabe usted algo de los griegos?
-Los griegos…, los griegos eran unos bárbaros…
-Vaya usted bendito de Dios.
-¿…?
-Que puede usted retirarse.
Era Mairena -no obstante su apariencia seráfica- hombre, en el fondo, de malísimas pulgas. A veces recibió la visita airada de algún padre de familia que se quejaba, no del suspenso adjudicado a su hijo, sino de la poca seriedad del examen. La escena violenta, aunque también rápida, era inevitable.
-¿Le basta a usted ver a un niño para suspenderlo? -decía el visitante, abriendo los brazos con ademán irónico de asombro admirativo.
Mairena contestaba, rojo de cólera y golpeando el suelo con el bastón:
-¡Me basta ver a su padre!
Autoconocimiento
Mairena a sus alumnos:
Pláceme poneros un poco en guardia contra mí mismo. De buena fe os digo cuanto me parece que puede ser más fecundo en vuestras almas, juzgando por aquello que, a mi parecer, fue más fecundo en la mía… … No es fácil que pueda yo enseñaros a hablar, ni a escribir, ni a pensar correctamente, porque yo soy la incorrección misma, un alma siempre en borrador, llena de tachones, de vacilaciones y de arrepentimientos. Llevo conmigo un diablo -no el demonio de Sócrates-, sino un diablejo que me tacha a veces lo que escribo, para escribir encima lo contrario de lo tachado; que a veces habla por mí y otras yo por él, cuando no hablamos los dos a la par, para decir en coro cosas distintas. ¡Un verdadero lío! Para los tiempos que vienen, no soy yo el maestro que debéis elegir, porque de mí sólo aprenderéis lo que tal vez os convenga ignorar toda la vida: a desconfiar de vosotros mismos.

El filósofo
La filosofía de Juan de Mairena es una filosofía de las preguntas. Raramente las argumentaciones de los diálogos con sus alumnos llegan a conclusiones definitivas; las respuestas, que no acaban de llegar siempre esconden nuevas preguntas.
Su estilo es ligero, humorístico y profundo a la vez. Aforismos, refranes y sentencias estructuran el discurso:
No fue la razón sin la fe en la razón lo que mató en Grecia la fe en los dioses.
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-¿Recuerda usted, señor Rodríguez, lo que dijimos de las intuiciones y de los conceptos?
R.- Que son vacíos los conceptos sin intuiciones, y ciegas las intuiciones sin los conceptos. Es decir, que no hay manera de llenar un concepto sin la intuición, ni de poner ojos a la intuición sin encajarla en el concepto. Pero unidas las intuiciones a los conceptos tenemos el conocimiento: una oquedad llena que es, al mismo tiempo, una ceguedad vidente.
M.- ¿Y usted ve claro eso que dice?
R.- Con una claridad perfectamente tenebrosa, querido maestro.
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Decía mi maestro: Pensar es deambular de calle en calleja, de calleja en callejón, hasta dar en un callejón sin salida. Llegados a este callejón pensamos que la gracia estaría en salir de él. Y entonces es cuando se busca la puerta al campo.
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Es el pescador quien menos sabe de los peces, después del pescadero, que sabe menos todavía.

Humildad
Sed modestos: yo os aconsejo la modestia, o por mejor decir: yo os aconsejo un orgullo modesto, que lo español y lo cristiano. Recordad el proverbio de Castilla: “Nadie es más que nadie” Esto quiere decir cuánto es difícil aventajarse a todos, porque, por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre.
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Huid de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis contacto con el suelo; porque solo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura.
Tolerancia (respeto por las diferencias)
En una Facultad de Teología bien organizada es imprescindible -para los estudios del doctorado naturalmente- una cátedra de Blasfemia desempeñada, si fuera posible, por el miso Demonio.
-Continúe uste, señor Rodríguez, desarrollando el tema.
-En una república cristiana -habla Rodríguez, en ejercicio de oratoria- democrática y liberal conviene otorgar al Demonio carta de naturaleza y de ciudadanía, obligarle a vivir dentro de la ley, prescribirle deberes a cambio de concederle sus derechos, sobre todo el específicamente demoníaco: el derecho a la emisión del pensamiento. Que como tal Demonio nos hable, que ponga cátedra, señores. No os asustéis. El Demonio, a última hora, no tiene razón; pero tiene razones. Hay que escucharlas todas.
Libertad de pensamiento
Nadie debe asustarse de lo que piensa, aunque su pensar aparezca en pugna con las leyes más elementales de la lógica. Porque todo ha de ser pensado por alguien, y el mayor desatino puede ser un punto de vista de lo real. Que dos y dos sean necesariamente cuatro, es una opinión que muchos compartimos. Pero si alguien sinceramente piensa otra cosa, que lo diga. Aquí no nos asombramos de nada. Ni siquiera hemos de exigirle la prueba de su aserto, porque ello equivaldría a obligarle a aceptar las normas de nuestro pensamiento, en las cuales habría de fundarse los argumentos que nos convencieran. Pero estas normas y estos argumentos sólo pueden probar nuestra tesis; de ningún modo la suya.
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“Pero nosotros queremos ser sofistas, en el mejor sentido de la palabra, o. digámoslo más modestamente, en uno de los buenos sentidos de la palabra: queremos ser librepensadores. No os estrepitéis. Nosotros no hemos de pretender que se nos consienta decir todo lo malo que pensamos del monarca, de los gobiernos de los obispos, del parlamento, etc. La libre emisión del pensamiento es un problema importante, pero secundario y supeditado al nuestro que es la libertad de pensamiento en sí mismo. (continua la reflexión en el siguiente apartado).
Libertad de expresión
(cont,) Por de pronto, nosotros nos preguntamos si el pensamiento, nuestro pensamiento, el de cada uno de nosotros, puede producirse con entera libertad, independientemente de que, luego, se nos permita o no emitirlo. Digámoslo retóricamente: ¿De qué nos serviría la libre emisión de un pensamiento esclavo? (continua la reflexión en el siguiente apartado).

Retórica (aprender a pensar)
(cont.) De ahí nuestros ejercicios de clase, que unos parecen de lógica y otros de sofística, en el mal sentido de la palabra, pero que, en el fondo, son siempre Retórica y de la buena, Retórica de sofistas y catecúmenos del libre pensamiento. Nosotros pretendemos fortalecer y agilizar nuestro pensar para aprender de él mismo cuáles son sus posibilidades, cuáles sus limitaciones; hasta qué punto nos aparece limitado por normas rígidas, por hábitos mentales inmodificables, por imposibilidades de pensar de otro modo. ¡Ojo a esto, que es muy grave…”
El pedagogo
Juan de Mairena había pensado fundar en su tierra una Escuela Popular de Sabiduría…
Respetaríamos el aforismo délfico (conócete a ti mismo)… …Y añadiríamos: “Nadie entre en esta escuela que crea saber nada de nada, ni siquiera Geometría… …consistiría en revelar al pueblo, quiero decir, al hombre de nuestra tierra, todo el radio de su posible actividad pensante, toda la enorme zona de su espíritu que puede ser iluminada y, consiguientemente, obscurecida; en enseñarle a repensar lo pensado, a desaber lo sabido y a dudar de su propia duda, que es el único modo de empezar a creer en algo.
Compromiso
El acto de elegir supone una previa conciencia de lo que se toma y de lo que se deja.
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Nada humano es ajeno a mí.
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Lo natural en el hombre es buscarse en su vecino, en su prójimo.
Después de conocer a Juan de Mairena, estoy segura de que lamentas tanto como yo no haberle tenido como profesor.
En cuanto a su Escuela Popular de Sabiduría, que no llegó a fundar, no puedo evitar pensar que su proyecto estaba basado en el trabajo que realizaba en su Logia, y que cumplía con ese compromiso masónico de llevar fuera lo que se aprende dentro.

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