La masonería ante la inteligencia artificial
«Ética, tecnología y el alma del mundo»
Aportado por Redacción
Cuando las máquinas piensan, ¿quién custodia el alma humana?
Vivimos en tiempos acelerados. La inteligencia artificial (IA) ya no es una promesa de futuro, sino una realidad que redefine nuestras vidas. Sistemas automatizados deciden qué leemos, cómo trabajamos, a quién vemos y qué pensamos. Ante esta transformación radical, muchas voces se preguntan quién guía este proceso, con qué criterios y para beneficio de quién.
La masonería, con su tradición humanista, puede tener un papel inesperado pero necesario. Frente al vértigo tecnológico, puede convertirse en un espacio ético de reflexión profunda. Este artículo explora el papel de la masonería ante la inteligencia artificial, sus riesgos, sus desafíos y la posibilidad de ofrecer una brújula moral en medio del cambio.
Tecnología sin brújula: ¿progreso o extravío?
La IA ha entrado en todos los ámbitos de la vida: educación, salud, justicia, comunicación. Pero el desarrollo de estas tecnologías suele estar guiado por grandes corporaciones y gobiernos, no por valores éticos universales. Esto plantea un problema: ¿puede haber progreso sin una brújula moral?
En el Coloquio Internacional CLIPSAS 2024, diversos oradores destacaron que la masonería y la inteligencia artificial no deben verse como mundos opuestos. La IA es una herramienta. El riesgo está en cómo se usa, quién la controla y qué consecuencias tiene para la dignidad humana.
La masonería como refugio ético
Desde sus orígenes, la masonería ha ofrecido un espacio donde se cultiva la conciencia, el pensamiento crítico y el diálogo entre iguales. En un mundo dominado por algoritmos que predicen y condicionan nuestras decisiones, este enfoque cobra una nueva relevancia.
La masonería ante la inteligencia artificial puede funcionar como contrapeso: una voz que recuerda que la conciencia no se programa, que la justicia no se automatiza, que el ser humano no es reducible a datos.
Un nuevo humanismo para la era digital
La masonería moderna surgió en el siglo XVIII, en pleno auge del racionalismo ilustrado. Hoy, en el siglo XXI, puede ayudar a construir un nuevo humanismo digital: inclusivo, plural, consciente del impacto de la tecnología sobre los más vulnerables.
Este humanismo implica repensar los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad en un mundo donde:
- Las redes sociales generan polarización emocional.
- La vigilancia algorítmica sustituye al diálogo político.
- La automatización precariza el trabajo y agrava la desigualdad.

IA y conciencia humana: una frontera delicada
¿Puede una máquina tener conciencia? La mayoría de expertos lo niegan. La IA puede imitar patrones, pero no tiene intencionalidad, emociones ni sentido ético. Sin embargo, cada vez más sistemas toman decisiones críticas para nuestras vidas. Esto implica una transferencia de responsabilidad moral a entidades no conscientes.
Aquí, la masonería e inteligencia artificial vuelven a encontrarse: en la necesidad de recordar que la dignidad humana no puede ser delegada ni sustituida. La ética masónica pone al ser humano en el centro. Y eso es exactamente lo que se necesita frente al entusiasmo ciego por la tecnología.
Fraternidad universal frente a la fragmentación digital
Las redes digitales nos conectan, pero también nos aíslan. Generan burbujas, refuerzan prejuicios, sustituyen el diálogo por el conflicto. La fraternidad masónica, en cambio, propone un vínculo que no depende de algoritmos, sino del respeto mutuo, la búsqueda común y la empatía.
Este modelo de vínculo es necesario para repensar nuestra convivencia en la era digital. Una IA diseñada sin valores puede reforzar desigualdades, sesgos y exclusión. Pero una IA orientada por principios humanistas puede ser una herramienta para el bien común. La masonería tiene algo que aportar en esta encrucijada.
Del templo al mundo: actuar con responsabilidad
La ética masónica no es contemplativa. Impulsa la acción, la mejora social, el compromiso con la verdad y la justicia. Por eso, la masonería ante la inteligencia artificial no debe quedarse en el análisis interno, sino salir al debate público: en la política, en la educación, en la regulación de la tecnología.
Algunas acciones posibles:
- Promover debates ciudadanos sobre derechos digitales.
- Apoyar marcos regulatorios justos y democráticos.
- Formar en pensamiento crítico a las nuevas generaciones.
Denunciar el uso discriminatorio de tecnologías opacas.
Una palabra para el Golem: ética, conciencia y resistencia
En el mito del Golem, un ser de barro cobra vida por una palabra sagrada. Pero cuando se borra una letra, el Golem se descontrola y amenaza a su creador. Hoy, estamos creando nuestros propios Golems digitales. Y necesitamos saber qué palabra los guía.
La masonería y la inteligencia artificial comparten una frontera crítica: la de los límites del poder humano. La tecnología puede ser luz u oscuridad. El futuro no está escrito. Pero si renunciamos a pensar, a dudar, a vincularnos, a actuar con ética… ya no será nuestro.
En tiempos de algoritmos, preguntar por el sentido es un acto de resistencia. Y en eso, la masonería puede seguir siendo un faro.

Bibliografía
- Inspirado en el texto de Jean-Pierre Della Torre, «Coloquio Internacional CLIPSAS 2024»
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